ENTREVISTA AL JEFE DEL GRUME DE MURCIA

La Policía advierte de una creciente violencia en los delitos perpetrados por los menores


El jefe del Grume asegura que repunta la cifra de adolescentes de menos de 14 años e inimputables que empiezan a delinquir

PEDRO NAVARRO y ALICIA NEGREMurcia
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No tienen edad todavía para comprar tabaco, para ponerse al volante de un coche ni para echar su papeleta en las urnas, pero sus nombres ya son conocidos en las comisarías y acumulan un increíble número de delitos a sus espaldas. Los asesinatos, palizas y violaciones perpetrados por algunas bandas de adolescentes bilbaínos en los últimos meses han vuelto a estremecer las conciencias y a colocar en el candelero el problema de la delincuencia juvenil. Una realidad que el Grupo de Menores (Grume) de la Policía Nacional de Murcia conoce al dedillo y con la que batalla a diario.
El inspector Alejandro Cruz Morgado, al frente de esta unidad, asegura que cuantitativamente la cifra de delitos cometidos por estos chavales en los últimos tiempos no ha crecido. Sí aprecia, no obstante, que el abanico de fechorías que llevan a cabo es más amplio y que emplean una mayor agresividad. «No han crecido los robos», remarca. «Se han vuelto más violentos y osados y esa violencia es la que suelen emplear en todos los ámbitos de su vida».
Hace unos años, los delincuentes de corta edad que llegaban a las comisarías de la Región lo hacían principalmente por pequeños hurtos en tiendas, por forzar trasteros para llevarse bicicletas o por algunos atracos en los que empleaban la intimidación verbal. Hoy en día, remarca el inspector Cruz, algunos de estos menores han entrado de lleno en la comisión de asaltos a viviendas y el despliegue de violencia que emplean en algunos de sus golpes va a más.
«Se han vuelto más violentos y osados y esa violencia es la que suelen emplear en todos los ámbitos de su vida»
Once años, edad de comienzo
La mayor agresividad no es la única variación que, alerta la Policía, está registrando la delincuencia juvenil. También aumenta el número de menores inimputables -menores de 14 años- que comienzan a cometer delitos, en ocasiones acompañados de adolescentes o de adultos. La Fiscalía de Menores ya alertó, en su última memoria anual, de este fenómeno. «No cabe duda que se aprecia una subida significativa de las denuncias contra menores con edades inferiores a catorce años por la comisión de ciertos tipos delictivos», recalca el Ministerio Público, quien se muestra cauto y opta por aguardar para ver si se confirma la tendencia.
El inspector Cruz explica que la edad de comienzo que más se repite son los 11 años. «Terminan siendo ellos los que, en algunos casos, acceden a domicilios para robar en su interior», explica. «Sus acompañantes saben que, por su edad, no solamente no van a ser detenidos, sino que ni tan siquiera pueden ser identificados por huellas o por otro sistema».
Con este cóctel es con el que el Grume tiene que batallar a diario. «Sube la violencia de los delitos y baja la edad de los menores que cometen los mismos, lo que hace que policialmente sea en algunos casos muy difícil su identificación». El inspector Cruz explica que el uso de armas blancas o de «una violencia física inusitada, unido a la rapidez con la que actúan», hace que las víctimas no sean capaces posteriormente de reconocerlos. «Estos menores saben con quién deben emplear esa rapidez en sus actos, con quién usar la intimidación y con quién usar la violencia física».
Efectivamente, la cifra de menores que se las ven con la Policía, y en última instancia, con la justicia no ha aumentado en los últimos años. Es más, ha disminuido, de acuerdo a los datos recabados por el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). En el año 2016 -último ejercicio del que se disponen de datos- fueron 769 los menores enjuiciados en la Región, 385 menos que al comenzar la década.

Agresivos con su familia

La mayoría de infracciones que llegaron a manos de la Fiscalía de Menores fueron por lesiones (650), hurtos (620) y robos con fuerza o violentos (564). El grueso de las denuncias que llegan al Grume lo constituyen los 'tirones' -tanto de bolsos como de teléfonos móviles-, los hurtos en comercios y de bicicletas, las sustracciones de coches y los robos con fuerza en casas y naves industriales. Otra parte importante del trabajo que desarrolla esta unidad son las denuncias de padres contra sus propios hijos por amenazas o agresiones. «La violencia intrafamiliar de estos menores a sus progenitores sí muestra un aumento importante», reconoce Cruz.
La Fiscalía también alerta sobre la gravedad de este fenómeno y explica que las raíces últimas se hallan, a su entender, en «un modelo parental fracasado, que no se puede pretender resolver únicamente mediante sanciones judiciales, sino a partir de la educación desde la más temprana infancia y de la prevención».
El inspector explica que no existe un perfil concreto del delincuente juvenil, aunque es difícil de ocultar que la mayoría procede de zonas deprimidas y de familias desestructuradas, de las que muchas veces toman nota. «Tenemos familias completas que han pasado por las dependencias del Grume», explica, «y ya hemos empezado a identificar a los más pequeños de la casa como nuevos infractores». Otros adolescentes, sin embargo, provienen de familias estructuradas, han ido a buenos colegios y, sin embargo, eligen este tipo de vida.
Cruz hace hincapié, no obstante, en que todos los menores que llegan a comisaría tienen en común «un nivel educativo bajo y un índice de absentismo escolar muy alto». Quizás ahí está la clave.
«Ellos se sienten impunes y nosotros absolutamente impotentes»
El beneficio que les concede la Ley de Responsabilidad del Menor a los adolescentes menores de 14 años provoca que, en ocasiones, su inimputabilidad sea aprovechada por otros. «Estos menores ni tan siquiera saben qué significa la palabra inimputable», recalca el jefe de la unidad. «Ellos de lo único de lo que son conscientes es que sus actos quedan sin castigo». Cruz recuerda que la edad penal para imputar un delito varía en los países de nuestro entorno. En Suiza comienza a los siete años, en Reino Unido a los diez y en Francia a los trece. «Un menor con trece años es absolutamente consciente de que lo que está haciendo está mal», remarca. «Es consciente de que cuando hace algo mal y no se le reprocha puede seguir haciéndolo». Esta situación tiene un doble efecto en la labor del grupo. «Estos chicos se sienten impunes y nosotros absolutamente impotentes», concluye.

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